Hay quienes creen que depende del tipo de piel, es decir: "No me queda perfume". Luego, tal vez se arrepientan cuando se encuentran con un mal olor que no les gusta y no pueden deshacerse de él.
Otros creen que depende del precio, otros de la marca, otros del color.
En realidad, las cosas son un poco más complejas. No mucho, pero intentemos entenderlo y tomémoslo con calma.
Empecemos con las moléculas. Las dimensiones de las moléculas son extremadamente variadas y dependen del número y la naturaleza de los átomos que las componen: la molécula más pequeña es la de hidrógeno; obviamente, existen otras muy complejas y grandes. Imaginemos a dos tipos, uno delgado y ágil, y el otro un poco regordete.
Luego, en esta extraña similitud entre moléculas e individuos, existe lo que podríamos definir como la capacidad de saltar; es decir, hay sustancias caracterizadas por una alta presión de vapor (medida en pascales) que se llaman volátiles, mientras que otras, caracterizadas por una baja presión de vapor, permanecen inmóviles a menos que la temperatura suba un poco. Los expertos en química me disculparán la aproximación, pero es solo para que quede claro.
Bueno, está claro que antes del tipo delgado que salta bien (sustancia volátil), el regordete viene después. Pero aquí, recordemos, es una carrera a la inversa, porque el deseo es que la fragancia perdure y no que se disperse.
Pregunta: pero si no se dispersa y permanece adherida a la piel, ¿cómo puedo hacer que alguien que esté a solo un metro la huela?
Ya ves que las cosas ya se están complicando.
Pasemos a las concentraciones. ¿Es mejor un Eau de toilette o un Extrait de Parfum? Un Extrait es mejor, pero debemos aclararlo, ya que este parámetro por sí solo no es suficiente.
Un perfume se obtiene mediante la dilución de un aceite en un alcohol. Pero ¿cuál es la concentración máxima de aceite que puedo disolver? Respuesta: depende del tipo de aceite. Pregunta: ¿Pero solo de eso? No, también del contenido de alcohol (porcentaje de alcohol) y de la temperatura. Así que, además de las moléculas y su volatilidad, también influye su propensión a disolverse.
Así que todo depende de la fórmula.
Dentro del perfume suele haber cientos de componentes, cada uno de los cuales desempeña un papel fundamental, por lo que el trabajo del perfumista es algo serio que se aprende en las empresas con los años. Por eso son muy pocos y se les paga... generosamente.
La idea romántica de crear perfumes en el garaje mezclando, por ejemplo, una base de vainilla con perfume de rosas, un formato muy popular en los últimos años, es como jugar al pequeño químico, pensando que se puede crear una vacuna o un medicamento que cure el cáncer. Dios mío, existe la posibilidad de que esto suceda, pero sinceramente es muy remota. Luego están los que lo creen, pero esa es otra historia.
Pero volvamos a nosotros y a la complejidad de las fórmulas. Tengan en cuenta que en su interior hay sustancias que quizá huelan muy poco, que apenas se perciben, pero que determinan el éxito de un perfume; a menudo se las considera productos básicos.
Volviendo al ejemplo de los dos chicos mencionados, recuerdo que de joven formaba parte de un equipo de voleibol. Como no sabía jugar, tenía un poco de sobrepeso, ¡era un auténtico perdedor! Me convertían en la mascota. Lo curioso es que, cuando no estaba, el equipo perdía, mientras que si yo estaba, ganaban. Al final del campeonato, no había sumado ni un solo punto, pero había sido absolutamente indispensable. En resumen, era un producto básico.
No se preocupen, el perfume que dura mucho existe, y con un pequeño truco nunca desaparece. Absolutamente nunca.
Todos lo tenemos y, salvo Jean Baptiste Grenouille, un personaje maravilloso de la novela de Suskind que no lo tenía, nos ha acompañado desde que nacimos. Para que se sienta intensamente, hay un pequeño truco que revelamos en este blog. Se basa en lavarse poco, o mejor dicho, con poca agua, sin jabón y con mucha prisa.
Siento que debo agradecer al profesor Lucio Merlini, de la Universidad de Milán, quien amablemente supervisó lo escrito. Me une a él una relación de parentesco y un gran afecto.
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